Cuando se trata de preocuparse por la grasa, tendemos a empezar por el exterior - centrándonos primero en los bultos visibles, luego en la grasa visceral alrededor de nuestros órganos, luego en la grasa dentro de los órganos y el torrente sanguíneo. Pero hay una grasa más profunda con consecuencias peligrosas, dentro de la médula de nuestros huesos...afortunadamente nuevas investigaciones muestran lo efectivo que puede ser el ejercicio para controlarla.
Nuestros cuerpos están compuestos por un 4% de médula - el tejido blando donde se producen los glóbulos rojos y las células inmunes. Demasiada grasa en nuestra médula puede desempeñar un papel en el aumento del riesgo de fracturas óseas entre las personas mayores. La edad -y ciertos tipos de medicación- pueden hacer que las células madre de nuestro organismo empiecen a producir más grasa que hueso. Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte querían ver cómo podría afectar el ejercicio a este proceso.
El estudio, publicado recientemente en la revista Bone, descubrió que cuando los ratones corrían sobre una rueda todo lo que querían, la cantidad de grasa dentro de sus huesos disminuía. Cuando los mismos animales eran alimentados con el equivalente a una dieta de comida rápida -pero se les permitía hacer todo el ejercicio que quisieran- su grasa ósea aumentaba sólo marginalmente más que la de los ratones que no hacían ejercicio y seguían una dieta normal. Ahora bien, para la humanidad, el acceso gratuito a una rueda de ejercicio y el permiso para "hacer todo el ejercicio que queramos" podría no suscitar la misma actividad laboriosa y, por tanto, productiva, observada en este estudio. ¿Cuánto ejercicio tendríamos que hacer los seres humanos para obtener los beneficios de la reducción de grasa ósea? Los investigadores intentarán responder a esta pregunta, que podría ser especialmente relevante para los grupos demográficos con mayor riesgo de fracturas: diabéticos, anoréxicos, ancianos y consumidores de esteroides.
Mientras tanto, existen numerosas pruebas de que el ejercicio regular -y una dieta sana- pueden ayudar a reforzar la salud ósea. Obtenga el calcio de fuentes saludables como las sardinas, el salmón en conserva y verduras resistentes como el nabo, la berza y el diente de león. Conserva el calcio que consumes aumentando la ingesta de potasio procedente de plátanos, brécol, espinacas y habas. La vitamina K es clave para la salud ósea, y sus principales fuentes son la col rizada, las espinacas, las coles de Bruselas y la lechuga romana. No hay que olvidar la vitamina C, relacionada con el aumento de la producción de colágeno, y que aportan en abundancia las fresas, la piña y el kiwi.
Publicado el 1 de septiembre de 2014