La sabiduría convencional ha mantenido durante mucho tiempo que las enzimas de la fruta -como la bromelina de la piña- no sobreviven al viaje a través del tracto digestivo debido a la acidez gástrica. En otras palabras, todos los que disfrutamos de la piña fresca para facilitar la digestión después de comer puede que nos estemos haciendo ilusiones. Pero investigaciones recientes demuestran el poder -y la perseverancia- de la bromelina, al menos en ratones.
Los científicos de Duke descubrieron que la enzima llega intacta al colon, libre para otorgar beneficios antiinflamatorios que pueden desempeñar un papel en la prevención de la colitis ulcerosa. Las nuevas investigaciones siguen demostrando que la bromelaína y otras enzimas de frutas (la actinidina del kiwi y la papaína de la papaya) también pueden tener efectos beneficiosos para la salud humana.
Los científicos de Dole han demostrado que la actividad de estas enzimas varía en función de la anatomía de las plantas. Por ejemplo, el siguiente gráfico indica que, en el caso de la piña, la mayor actividad se encuentra en la pulpa y la menor en la cáscara y los tallos (una buena noticia para los consumidores, ya que es la parte que comemos). La papaya, por el contrario, muestra la mayor actividad en la cáscara y la menor en la pulpa. ¿Por qué las plantas tropicales distribuyen sus enzimas de forma tan diferente? Se necesita más investigación para saberlo con certeza, pero por ahora Dole seguirá colaborando con las universidades situadas en el campus del NCRC para explorar cómo se producen estas enzimas, y los beneficios potenciales para la salud humana.
Publicado el 1 de marzo de 2013